Por qué las ciencias sociales necesitan historias

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En un perfil reciente en el Atlantic, el periodista Tom McTague describió a Boris Johnson como una "batalla para escribir la historia nacional". En opinión de Johnson, su éxito político está ligado a su capacidad para convencer al público de que la historia de los últimos años es la del auge de Gran Bretaña, con una nación que sale del Brexit con más "empuje, ímpetu, mojo" que cuando estaba encadenada a la UE. "La gente vive de la narrativa", dijo Johnson. "Los seres humanos son criaturas de la imaginación".



No sólo los políticos apelan a nuestro interés por la narrativa. Los periodistas, activistas, historiadores y abogados, entre otros, utilizan a menudo la forma de relato. Por ejemplo, los relatos de la decadencia industrial informan nuestra comprensión colectiva del populismo, los relatos de las víctimas influyen en la percepción cambiante de las injusticias sociales, y la importancia de los acontecimientos históricos se ilumina a menudo situándolos dentro de arcos narrativos más amplios. La comprensión popular suele estar estructurada por historias.


Sin embargo, muchos científicos sociales y filósofos desconfían de la narrativa. Las historias tienden a simplificar las complejas realidades sociales, buscando la satisfacción emocional más que una explicación precisa. Y como las historias tienden a provocar emociones, se podría pensar que interfieren en la adjudicación objetiva de las pruebas. Además, dado que las buenas historias prosperan en el drama humano, las explicaciones narrativas tienden a centrarse en los efectos de las personalidades y elecciones individuales, y por tanto suelen ignorar los factores estructurales y las teorías científicas sociales más sofisticadas. Por último, las historias fomentan un mal razonamiento anecdótico: las buenas historias suelen ser poco representativas, por lo que nos invitan a malinterpretar la experiencia media, así como a sobreestimar la prevalencia de personalidades y situaciones extremas e idiosincrásicas.


Por ello, un enfoque científico más sofisticado para entender la sociedad suele evitar las historias en favor de una sobria descripción empírica, una cuidadosa ponderación de las pruebas estadísticas y un riguroso razonamiento causal. Esta sospecha de las historias se inscribe en tendencias más amplias de las ciencias sociales. Como ha afirmado el politólogo de Harvard Gary King, "las ciencias sociales se encuentran en medio de un cambio histórico, en el que gran parte se está trasladando de las humanidades a las ciencias".


Las nuevas tecnologías están generando cantidades cada vez mayores de datos diversos y de alta calidad, lo que hace que los investigadores sean más sensibles a la hora de extraer amplias implicaciones de pequeños conjuntos de anécdotas. Se han desarrollado nuevos métodos estadísticos para analizar estos datos, lo que les permite identificar patrones robustos útiles para hacer predicciones e identificaciones causales más precisas que las que podría soportar cualquier historia. Estos cambios en los datos y los métodos han reorientado las ciencias sociales, alejándolas de la narración y la descripción etnográfica y acercándolas a la construcción de modelos, la predicción y la identificación de relaciones causales discretas.


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Estos cambios tienen muchos beneficios. Por ejemplo, consideremos el Laboratorio de Desahucios de Princeton, un equipo de investigadores dirigido por el sociólogo Matthew Desmond que recoge y analiza las estadísticas de desahucios en todo Estados Unidos. El Laboratorio presenta sus datos en línea con una herramienta interactiva para facilitar la comparación de las estadísticas de desahucios entre localidades, lo que permite obtener una imagen completa de los desahucios en Estados Unidos. También ofrece análisis de las causas y efectos de los desahucios y vincula estos análisis a los acontecimientos y políticas actuales. Por ejemplo, si se desea conocer las conexiones entre las tasas de vacunación de Covid y la inestabilidad de la vivienda, o la eficacia de la prohibición temporal de los desahucios impuesta por la administración Biden, Eviction Lab puede proporcionar un análisis riguroso y actualizado. Los relatos no pueden ofrecer el mismo tipo de precisión, alcance u orientación política concreta.


Sin embargo, a pesar de las limitaciones de la forma de los relatos, es un error rechazar categóricamente la narrativa y los tipos de investigación social más humanistas. Ese rechazo expresa una concepción demasiado estrecha de la tarea de las ciencias sociales, que ignora formas de comprensión humanista que la investigación social sofisticada puede ayudarnos a alcanzar. Las ciencias sociales deben acoger las historias.


El valor de las historias para las ciencias sociales puede ilustrarse con el libro de Desmond, ganador del Premio Pulitzer, Evicted. Al igual que gran parte de su trabajo para el Laboratorio de Desahucios, el libro de Desmond se refiere a los procesos por los que el desahucio contribuye a la desigualdad racial y de clase. Pero en lugar de describir esos procesos mediante abstracciones estadísticas, el libro consiste en una compleja narración compuesta por un conjunto interrelacionado de historias de propietarios, inquilinos, jueces, trabajadores de los casos y otras personas implicadas en esos procesos, todo ello entretejido en un tapiz de aspecto novelesco.



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