Una cámara acorazada para blindar la identidad digital

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Convertir la identidad en una cámara acorazada es el reto de una sociedad digitalizada, especialmente cuando la tecnología crece de forma geométrica y el marco legal para abordarla lo hace de forma aritmética. Y en un momento donde la pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de desplegar toda una batería operativa en remoto que exige saber que la persona que está al otro lado es quien dice ser. Pero al mismo tiempo que estas soluciones tecnológicas se sofistican, dependiendo del sector y con aplicaciones de biometría cada vez más depuradas, también se redoblan las amenazas de fraude y las posibles brechas de ciberseguridad.

El equilibrio entre operatividad y seguridad es complejo. Y también entra en juego la privacidad de los datos del usuario y la posible pérdida de control sobre su información personal.

Como dice Juan Carlos Ruiloba, ex inspector jefe del Grupo de Cibercrimen del Cuerpo Nacional de Policía en Barcelona, «se pone a prueba el vigor de la tecnología empleada con un dato biométrico que es único e intransferible». Frente a todos estos problemas lo que queda claro es que la autentificación de la identidad es una necesidad global, multipaís y multiindustria, que reclama su soberanía en el mundo virtual.

Las dificultades de verificar la identidad en la red es algo que conoce de cercaPaloma Llaneza, una abogada especialista en protección de datos que ha intervenido en la elaboración de la Carta de Derechos Digitales y ha publicado un libro titulado ‘Identidad digital’. Apunta que el primer problema es que no hay una definición de identidad digital. «Desde el punto de vista legal la identidad digital puede ser diversas cosas, desde un avatar a cualquiera de las manifestaciones dentro del entorno digital. Lo que tenemos es un cierto consenso a partir de la Carta de Derechos Digitales de que cuando hablamos de ella nos referimos a la identidad legal en los ámbitos digitales. Así sería la capacidad de identificar a una persona por sus atributos, con la finalidad de que pueda actuar en el ecosistema online para poder comprar o vender y quien le presta servicio sepa que la persona que accede a ellos es la que dice ser».

Tener el mando

Mientras que en Estados Unidos tienen un problema para identificar a sus ciudadanos y tienen los mayores índices de robo de identidad. La UE está trabajando en una reforma del reglamento eIDAS, de identificación digital en Europa que supone un nuevo medio de identificación, el famoso ‘wallet’ europeo. «Es una aplicación, en un entorno móvil ,en el que se cargarían todas las credenciales de una persona en un único billetero», explica Llaneza. Estas credenciales vienen verificadas criptográficamente por los emisores, el fichero que se forma en la aplicación contiene las pruebas de que ha sido emitido por la entidad pertinente y que pertenece a esa persona.

El sistema que propone la UE alrededor del ‘wallet’ europeo está basado en la idea de identidad soberana, en la gestión por parte de los ciudadanos de sus datos personales. Sería el propio titular de esa información el que tenga la última palabra sobre cómo y con quien la comparte, sin delegar esa tarea en proveedores o intermediarios, tal y como sucede ahora. Por ejemplo, se podrá verificar si una persona es mayor de edad sin tener que dar su fecha de nacimiento. Se lograría así una mayor protección de la privacidad y de la protección de datos.

En ese complejo ecosistema, según la consultora estratégica global McKinsey & Company, la incorporación de la Identidad Digital en los modelos de negocio puede reducir el 90% del coste de adquisición de clientes, y producir un valor del 3 al 13% del PIB en 2030. Asimismo, un informe de MarketsandMarkets pronostica que en 2024, las soluciones de identidad digital generarán 30.500 millones de dólares.

Una prospectiva con la que Fernando García-Quismondo, Product Manager-Digital Identity de PagoNxt del Grupo Santander, está familiarizado porque se han llevado a cabo en los últimos años diversos proyectos destinados a permitir un alta de cliente 100% digital, donde la verificación de identidad y la biométrica son claves. «Debemos interiorizar y hacer entender a los clientes que la biometría es el nexo de unión más natural que existe entre el `yo físico´ y el `yo digital´. En esto fuimos pioneros, implantando soluciones de biometría de voz en los ‘call centers’ de México o Polonia hace años», establece García–Quismondo.

La contraseña es la persona

En esta omnipresencia de la identidad en el mundo digital, cobra especial importancia las posibilidades de la identificación biométrica, que deberá ser adaptativa y multifactor. García-Quismondo no tiene dudas de que el crecimiento de esta tecnología será relevante en un futuro cercano.

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