Así es como perdimos el control de nuestras caras
En 1964, el matemático e informático Woodrow Bledsoe intentó por primera vez la tarea de hacer coincidir los rostros de los sospechosos con las fotos policiales. Midió las distancias entre diferentes rasgos faciales en fotografías impresas y las introdujo en un programa de computadora. Sus rudimentarios éxitos desencadenaron décadas de investigación sobre máquinas de enseñanza para reconocer rostros humanos.
Ahora, un nuevo estudio muestra cuánto ha erosionado esta empresa nuestra privacidad. No solo ha impulsado una herramienta de vigilancia cada vez más poderosa. La última generación de reconocimiento facial basado en el aprendizaje profundo ha alterado por completo nuestras normas de consentimiento.
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