La mayor amenaza de los deepfakes no son los propios deepfakes
xtualizado", dice Britt Paris, un experto en estudios de información que recientemente publicó un informe sobre los deepfakes.
"Lo que realmente quieren [los actores de la desinformación] no es que cuestiones más, sino que lo cuestiones todo".
Como ejemplo, Paris señala los vídeos alterados de Nancy Pelosi y Jim Acosta que se hicieron virales el año pasado. Ambos eran los llamados "cheapfakes" y no deepfakes: su velocidad había sido simplemente manipulada para engañar a los espectadores. "No había forma de detectar estas falsificaciones con métodos técnicos para detectar deepfakes", dice Paris. En su lugar, los periodistas tenían que desacreditarlos, lo que significaba que la gente tenía que confiar en los periodistas.
Por último, todos los expertos coinciden en que el público necesita una mayor alfabetización mediática. "Hay una diferencia entre demostrar que una cosa es real y hacer que el público en general crea que la cosa es real", dice Ovadya. Dice que la gente tiene que ser consciente de que la falsificación de contenidos y la puesta en duda de la veracidad de los mismos son tácticas que pueden utilizarse para sembrar la confusión intencionadamente.
Sin embargo, Gregory advierte que no se debe imponer una carga demasiado grande a los consumidores de noticias. Los investigadores, las plataformas y los periodistas deben hacer todo el trabajo posible para ayudar a aclarar lo que es real y lo que es falso antes de que las noticias lleguen al público.
El objetivo final, dice Ovadya, no es inculcar el escepticismo general, sino construir una "infraestructura social, educativa e inoculadora" para neutralizar el impacto de los deepfakes. "¿Qué deberíamos tratar de evitar?", se pregunta. "Es valioso cuestionar las pruebas. Pero lo que realmente quieren [los actores de la desinformación] no es que se cuestione más, sino que se cuestione todo."
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