La gran apuesta de la humanidad por la inteligencia artificial

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Cuando muchas personas -expertos incluidos- hablan de la Inteligencia Artificial (IA), a menudo hay algunas promesas bastante grandes codificadas en el lenguaje que eligen. Consideremos el lenguaje de una carta inicial del ex director general de Google, Eric Schmidt, y del ex subsecretario de Defensa, Bob Work, que presidió el informe de la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial del año pasado:

La IA es una tecnología inspiradora. Será la herramienta más poderosa en generaciones para beneficiar a la humanidad. Los científicos ya han logrado avances sorprendentes en campos que van desde la biología y la medicina hasta la astrofísica aprovechando la IA. Estos avances no son experimentos de feria de ciencias; están mejorando la vida y desvelando misterios del mundo natural. Son el tipo de descubrimientos para los que la etiqueta "cambio de juego" no es un cliché.

Podría parecer que muchos líderes políticos y gubernamentales han llegado a considerar la IA como una especie de panacea, justo en el momento en que el mundo más la necesita. El lunes se publicó la tercera y última entrega del sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU: El Secretario General de la ONU, António Guterres, calificó el informe como "una letanía de promesas incumplidas" y "un archivo de la vergüenza, que cataloga las promesas vacías que nos encaminan hacia un mundo invivible".

Algunos líderes parecen apostar a que, de alguna manera, la IA nos ayudará a optimizar la salida de esta crisis. Pero, ¿y si esa apuesta resulta ser errónea? ¿Y si las apuestas que hacemos hoy en día en el ámbito de la IA, por ejemplo en tecnologías como el aprendizaje profundo, resultan ser menos fructíferas de lo que podría sugerir el bombo y platillo?